Un tigre suelto en navidad
Escrito de ficción basado en mi experiencia personal, fui diagnosticada hace casi tres décadas atràs y profesional porque facilito arteterapia.
La obra pictórica que aparece como desencadenante de emociones , es el acrìlico Cìrculo de mujeres de O`choro.

Hace años convive con ella.
Aprendió a domesticar al tigre que habita en su interior, pero, aun así, suele revelarse. Al fin y al cabo, no deja de ser un animal salvaje.
Y cuando esto sucede, las noches son eternas. El sueño le deja lugar a los recuerdos que muerden el alma y la preocupación va apagando las luces y cerrando puertas.
El cuerpo duele. El corazón se apunta en una maratón super exigente y corre a un ritmo infernal.
Quisiera gritar, ¡No estoy loca !. ¡Tengo ansiedad! Pero no puede, enmudece y se cierra como una ostra. ¿Acaso alguien la escucharía? Y entonces oculta sus síntomas y disimula. Nada le pasa, todo va bien y siente como su rostro se agota por tener que forzar sonrisas.
Otra vez es diciembre, un mes al que le teme, porque el felino despierta y desgarra.
Como cada martes llega al mismo lugar. Un amplio salón, con grandes ventanas que lo hacen hiper luminoso. Ese es el sitio donde puede ser ella misma.
Una voz la conduce a escuchar su propia respiración. Poco a poco consigue la calma.
Luego ante sus ojos se devela una pintura abstracta. Un acrílico con mayoría de rojos, verdes, blancos y una mínima pincelada azul en la que se descubre y siente como la marea de matices la estaciona en navidad. Entonces pinta. El papel, al igual que sus manos y su ropa se tiñen de color. No hay ausencias. La herida ya no sangra. Las lágrimas se pierden en el agua fresca que enjuaga pinceles y los falsos abrazos quedan en los potes cerrados con material que nunca eligió.
El tigre se despereza. No siente sus garras, si, la suavidad de su piel a rayas. Es casi una caricia. Lo ve escapar y perderse entre sus dedos que no dejan de pintar.
El sol atraviesa los cristales, un prisma luminoso le dibuja una genuina sonrisa. Ojalá se asomaran quienes la juzgan desde la altura que ven desde sus zapatos. Cambiarían su mirada.
Cuando todo termina, sale a la calle. El ruido y el clima febril y festivo ya no la lastima.
Camina con paso seguro. Sabe que el mundo sigue ardiendo pero ahora comprende que puede hacer que en su rinconcito corra viento fresco.
E imagina, que bajo el árbol el mejor regalo sea la empatía y una estrella señale un cartel que ponga en letra tan clara como grande QUE SER SENSIBLE NO SALGA TAN CARO.