Un trueno en el recuerdo

09.04.2022

Hacia menos de un par de meses en que había partido para siempre, el día en que mi padre debía cumplir años. Ese 25 de julio de 2.006, para mi fue desgarrador tener que dejar una flor sobre una frío mármol en lugar de abrazarlo como lo hacìa siempre. Hice el camino de regreso a casa con la cara inundada de lágrimas y al llegar solo se me ocurrió escribir, y como si mi mano fuese guiada encadenando palabras, conté la historia de mi día del niño en el Galvez.Luego la envié a un sitio de fanas de Chevrolet y ese día conocí a mi amiga Adriana. Las dos compartimos la misma pasión fierrera y el amor por la marca del moño.

Con ella, hace unos años, armamos un proyecto, que fue aprobado y lo hicimos realidad. y el lugar donde me encontraba realizando mi tarea, tubo su sala naranja, un espacio de recreación y estimulación para los jóvenes con discapacidad intelectual que trabajaban allí.

El salón fue nombrado por el color que elegimos para sus paredes, el de la vida, la energía, la amistad y la creatividad.

Mas adelante, llegó hasta ahí Piloto X y entonces esos muros atesoraron todos los logros alcanzados por esos jóvenes que fueron ejemplo con su trabajo y dieron lugar a lo que se llamó Carrera por la inclusión.

Mirando atrás, puedo ver cómo ese frío día de julio, pude, como dice Galeano, sacar esos vidrios rotos que lastimaban mi alma. Cuántas buenas cosas generaron que ni siquiera imaginaba. No tengo dudas de que mi viejo estuvo ahí para suavizar las heridas y enviarme un cálido abrazo naranja que me impulsó a seguir adelante.

En 2008, realizando una capacitación en Arte y temprana infancia, hubo que escribir algún suceso que recordáramos de la infancia, que sintiéramos de manera especial y sonara fuerte en nuestras emociones. No dude en volver a contar "mi historia". " Un trueno en el recuerdo", fue elegido junto a otros, que fueron publicados en un pdf que se llamó Anécdotas infantiles y dieron cierre al curso...


La historia que tengo para contar no se remite a la temprana edad, pero 5 años recién cumplidos no pueden hacerte pertenecer a otro grupo mas que a la primera infancia y esos eran los años que yo tenía aquel día del niño cuando con mi familia fuimos a festejarlo al autódromo de Bs. As.

Papá apasionado por el automovilismo, me había transmitido ese sentimiento, creo, desde la cuna.

Así que ese domingo de agosto era el mejor regalo que podían hacerme.

Entre tantos festejos lo mejor era el sorteo entre todos los presentes de poder dar una vuelta al circuito, en los autos de los pilotos famosos de la época.

Mi ídolo indiscutido era Carlos Pairetti, que manejaba un fabuloso y veloz auto bautizado como el Trueno naranja.

No había dibujito animado, ni cuento de hadas que me cautivara tanto como esa dupla maravillosa.

La suerte quiso que entre miles de niños mi número fuera favorecido y entre todos los autos, a mí me tocó ... el Trueno naranja. ¡No podría existir un regalo más grande!

Dejamos casi como olvidada a mi madre en la tribuna.

Con mi padre tomándome fuerte de la mano corrimos al encuentro del espectacular premio. Hicimos una larga cola y esperamos pacientemente, pero con muchísima emoción. Mi padre con la cámara de fotos preparada para registrar el gran momento sentía la gran satisfacción de ver la alegría de "su nena".

Cuando por fin llegó mi turno, a pesar del paso del tiempo aún recuerdo la sensación maravillosa que me produjo verlo. Estaba ahí ante mis ojos, como un bello caballo alado, mágico, resplandeciente. El Trueno de mis sueños infantiles con su color irradiando luz y en su interior, tomando el volante, con sus guantes negros, el gran piloto, el que para mi era casi un héroe protagonista de las más bellas aventuras.

Pero en un segundo el sueño pareció romperse en mil pedazos... sentados junto a él había dos chicos más. Me volví hacia atrás buscando a mi papi. ¡Yo quería ser la copiloto! Y un héroe solo admite una compañera de ruta.

En ese momento quien organizaba la seguridad de los chicos, con toda suavidad se dirigió a mi diciéndome, "Linda, no tengas miedo. Solo es un paseo despacito por la pista". Ni siquiera imaginaba que esas palabras terminaban por destrozar mi sueño. Yo quería atravesar el viento a toda velocidad, a bordo de la maravillosa máquina, guiada por su indestructible capitán.

Dando media vuelta tomé la mano fuerte de mi padre y dije ¡vamos!

Con esa decisión también arruiné su sueño. Acababa de dar por tierra con el fabuloso momento de ver a su hija junto a quien también era su ídolo.

Sin embargo, creo, ahora a la distancia, que él junto a mi madre, comprendieron que lejos de ser un capricho, aquella, fue la primera expresión manifiesta de lo que venían sembrando desde el momento de mi nacimiento. Diversidad de pensamiento, amor a las sencillas cosas, libertada de expresión y elección y la firmeza de creer en un sueño y no traicionarlo.

Esta anécdota nos acompañó siempre y hoy que extraño tanto a mi padre porque ya no está, entre tantos recuerdos queridos junto a él, conservo en especial el haber compartido hasta sus últimos días esta gran pasión por el automovilismo y el ir juntos al autódromo a disfrutar como dos chicos, lo que nos hacía tan felices.

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar